Gay Talese: "Lo importante es escribir historias reales sobre la gente normal"
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Periodismo Literario
Pocos periodistas han tenido la influencia y el seguimiento que ha tenido Gay Talese a lo largo de su carrera. Esta semana ha estado de promoción en España y hemos tenido una larga charla con él sobre el Periodismo y el valor de las historias.
Primero le entrevistaron los periódicos de Madrid. "Las agencias de noticias y también La Vanguardia", concreta la responsable de Prensa. Luego, al día siguiente, le tocó el turno la Cadena SER, RNE y el Telediario de TVE. "Y ya mañana se va a Barcelona. Donde le va a entrevistar Buenafuente, que es superfan suyo". No es un actor de promoción. Aunque podría pasar por tal. Por uno de aquellos de la época dorada de Hollywood que visitaba España en los año 50. Como ellos, se ha acercado a una de las corridas de la Feria de San Isidro. Le encantó. Acudió a la plaza de Las Ventas como va a todas partes: con un traje de tres piezas con pañuelo a juego en la solapa. "Muy elegante, muy distinguido", lo describe el relaciones públicas que le atiende en el hotel de cinco estrellas de La Castellana de Madrid donde se aloja. "Un poco old fashion", matiza enseguida. Lo dice por el sombrero blanco con el que suele hacerse las fotos. Ese que deja sin mucho miramiento a sus pies en cuanto comienza la entrevista. Es Gay Talese. El periodista. El que presenta estos días su libro Honrarás a tu padre (Alfaguara)
Se le considera uno de los padres del Nuevo Periodismo. Uno de los autores que comenzó con la literatura de no ficción. Un periodista que trastocó la forma de escribir en los periódicos...
Simplemente soy un veterano del Periodismo
En todo caso, con su trayectoria, asusta entrevistarle. Se siente uno como ante un profesor que le va a examinar
No te sientas ningún examinado en ningún momento. Entiendo que pueda haber admiración por mí o mi trabajo. Yo también he sentido lo mismo hacia otros periodistas cuando empezaba. Yo también he tenido héroes. Y he podido aprender al estar delante de ellos. Hay que aprender de las generaciones del pasado y de las del presente.
¿Qué se puede aprender de usted?
Quizás se pueda aprender qué es posible dedicar la energía necesaria a conocer a la gente. Cuando yo era un novato, cuando empecé en esto, los reporteros veteranos me decían que no utilizara el teléfono. En aquel entonces, en los cincuenta, aquello era como nuestras nuevas tecnología. Como internet hoy. Pero los veteranos me decían: "Tienes que salir de la redacción. Ir a los sitios y ver los ojos de la gente. No resolverlo por teléfono". Naturalmente que había compañeros vagos que desoían esas recomendaciones. Pero yo no. Creía que tenías que ir. Aunque lloviera y te mojaras. Porque aquellos veteranos tenían razón. Hoy que soy mayor sigo creyendo en aquella idea. Y ese es el mensaje que hay que dar. Hay que acercarse a la gente. Sentirla. No hay que solucionarlo con las nuevas tecnologías. Hay que ir a los sitios.
No siempre se deja de ir al lugar de la noticia porque se recurre a Google o al teléfono. En muchas ocasiones son los jefes los que prefieren que te quedes en la redacción. Los que impiden que se ejerce el Periodismo que usted reclama
Eso pasaba también cuando comencé. Pero déjame que te cuente cómo se publicó una de mis primeras historias. Me enviaron a cubrir un incendio. Llegué allí y resultó que no había tal incendio. Era una falsa alarma. No había noticia. Pero me fijé en una conversación de un par de vecinos. Uno estaba en una ventana y otro en otra. Y se explicaban lo sucedido y comentaban el jaleo montado. Tome unas notas y me fui a la redacción. Allí mi jefe ya había asumido que no había noticia. Pero yo le dije que esperara. Que podía montar una historia con aquello conversación. "Vale", me dijo. "Pero rápido". Quería leerla para saber si merecía la pena. Fue mi primera crónica en The New York Times.
¿Qué quiere decir con esa anécdota?
Estoy tratando de decir que el Periodismo ofrece muchas oportunidades. Hay que tratar con muchos problemas: jefes, el tiempo de entrega, con el espacio que te asignan...pero tienes que estar siempre alerta para las historias. Tienes que tener despierta tu imaginación. Hay que estar como el novelista que trabaja para que le llegue la inspiración. Así encontrarás historias. Buenas historias. ¿Siempre te las publican? No. A veces lo que te publican es una historia estúpida que no te importa de lo que trata. Entonces qué haces. Pues como en el deporte. Lo tomas como un juego. A veces pierdes. A veces ganas. Pero siempre lo intentas.
¿A usted le ha pasado? ¿Le han rechazado historias?
New York: Serendipiter's Journey, el primer libro que publiqué, tiene artículos acerca de mis impresiones y notas de esa ciudad de cuando era joven. Contiene artículos y notas que The New York Times no publicó. Con todo esto lo que estoy diciendo es que las oportunidades existen. En 2011 y 1956, cuando comencé en esto.
Cuando usted empezó con sus historias, algunos de sus jefes las definían como "historias de traperos". Su reportaje sobre el señor que rotulaba en Times Square o sobre gatos que circulan por Nueva York. Eso no ocupa las primeras páginas
Cambia los valores si quieres estar en la Primera. Yo como periodista nunca quise estar en la Portada. Las noticias de la portada son relevantes para ayer y para hoy. Es en las páginas interiores, en la página 30 por ejemplo, donde están los buenos temas.
Explíquese...
En la primera aparecen políticos, famosos... y está bien. Pero son historias que no son permanentes. Esa página se dedica a la gente importante, popular y notoria. Por lo que sea. Obama, Dominique Strauss-Kahn, Gadafi...Pero el periodista no es el que cuenta lo que pasó ayer. El periodista es importante, como persona, porque es un cuenta historias. Es el que cuenta la verdad. Y no el que cuenta lo que fue importante ayer.
¿Entonces qué tiene que hacer el periodista?
Tiene que transmitir una historia real. Una historia que exista. Mira, en la guerra de Afganistán, en las revueltas de Egipto... sigue habiendo una vida normal. Sigue habiendo una gente que trabaja o niños que van a la escuela. Hay que escribir sobre la vida normal de esa gente. Eso es lo interesante: escribir sobre los que no son importantes. Y esas son las historias que se reflejan en la página 30, en la que yo quiero aparecer. Un artículo de páginas interiores, de la página 30 que mencionamos, si está bien escrito, te va a gustar hoy igual que ayer. Va a tener el mismo interés ahora que hace un año. Eso no pasa con la primera. Si coges una portada de hoy del año pasado y la lees ahora, esas noticias van a estar como una fruta que se ha podrido. Han perdido todo su interés.
Eso está muy bien. Pero usted no tiene en cuenta al ego del periodista. A la vanidad. Al ver su nombre abriendo el periódico o su sección
El ego no debe estar en la página uno. Si te centras en aparecer en la portada vas a ser alguien temporal, pero no el que refleje la vida normal, la vida real de su tiempo. Como periodista esas han sido las historias que he querido contar. Sobre la vida normal en Nueva York, Washington, Bagdad o El Cairo. Lo importante es escribir historias reales sobre la gente normal. No los titulares.
Se van a molestar todos los periodistas que firman en primera
¡No! Evidentemente esas informaciones son útiles y necesarias. Pero no va conmigo.
Es fácil hablar como usted cuando se es...usted. Cuando se es Gay Talese y se está reconocido y los jefes le dan libertad. Cuando usted es su propio jefe
Cuando tenía 27 años ni sabía quién era ni quien llegaría a ser. Había jefes, editores y redactores que tenían mi misma visión. Que pensaban como yo. Pero también los había que pensaban de manera distinta. En todos los periódicos hay jóvenes con valor y con aspiraciones. Y también hay otros que tienen menos. En función de cómo se valoren a sí mismos harán un trabajo u otro.
A veces la realidad, la rutina o los jefes truncan esas aspiraciones
Los que tienen aspiraciones no se van a dejar desalentar por las dificultades. Aunque otros se derrumbarán más fácilmente. Hay muchas motivos para ello: la falta de tiempo, la falta de estima de los editores o redactores jefes, que no te dejen hacer lo que quieres hacer, que encarguen los buenos temas a otros... Pero todos debemos pensar que es posible alcanzarlo todo si hacemos lo necesario para lograrlo. Si centramos nuestros esfuerzos en aquello que es importante. Lo hicieron jóvenes periodistas como Ernest Hemingway, Gabriel García Márquez y otros tantos buenos cuyo nombre no sabremos nunca.
Lo hizo usted, deduzco
Cuando yo tenía 27 años muchas de mis historias no se publicaron. Bueno. Cuando se pierde, hay que volver intentarlo. Buscar otra historia. Otro objetivo. El buen periodismo es demasiado importante como para dejárselo a aquellos que se descorazonan, a aquellos que son amigos de los directores o que sólo buscan lo que le gusta al público. El buen periodismo es esencial para la sociedad y el buen periodismo debe estar en manos de aquellos buenos periodistas que quieren contar la realidad de hoy. Que puede ser buena o mala. Que no sólo está en la primera página. Que la cuentan la pongan donde la pongan y con el mejor lenguaje y la mejor escritura que puedan dar.
¿Cómo ve a los jóvenes periodistas?
Si hay algo que me decepciona en el final de mi carrera es que siento que hay muchos jóvenes periodistas que tienen un complejo de inferioridad. Y nunca se podrá hacer del periodismo un arte, si se tiene ese complejo de inferioridad.
Sí. Pero es difícil darse importancia cuando cualquiera considera que puede realizar tu trabajo
Hay que contarles a los periodistas que ellos son importantes, pero que el Periodismos es lo importante. No me sirven las excusas. Las excusas no van a beneficiar al Periodismo. Los periodistas deben creer que son importantes. Deben ser respetados. Pero ellos también deben respetar la valía del Periodismo y lo importante que este es. No nos valen excusas y no seguir intentándolo.
¿Y cuál es el fin?
Contar la verdad. Trabajas para un público. Tienes unos clientes. Y a esos clientes hay que contarles la verdad. Y el periodista debe aspirar a ser el mejor. Sea reconocido o no. Y no simplemente para contar una historia, para falsificar una noticia. No. Es para contar la verdad.
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