“Juguemos en el bosque”

Por Daniela Ángel

Nos fuimos caminando. Eran las 10:30 de la mañana. Hacía un calor bochornoso y un sol intenso. Pero aunque estuviéramos derretidos en sudor, nos negábamos abandonar el plan pensado por más de tres semanas: Salida pedagógica al Parque Ecológico Piamonte. 

El parque está ubicado una cuadra abajo respecto al Hospital Mental de Bello. Es una reserva natural. Área urbana protegida y renovada por la Alcaldía del mismo municipio. 

No queríamos perder una oportunidad de recreación a los chiquitos. Aunque el sol nos tostaba como a pescados en orilla de playa. Así que cogimos nuestras gorras, tarros con agua y empezamos.

Caminamos desde el colegio hasta la reserva ecológica. El camino fue largo. Y se hizo aún más por los intervalos en los que parábamos a descansar. Teníamos a nuestra responsabilidad niños de 2 a 4 años. Así que “paciencia hermanas, paciencia y resistencia”, era lo que nos decía Anita la docente coordinadora.

Llegamos a un gran portón. Entramos y con últimos esfuerzos subimos una loma empinada. Era en su cima donde moraba el parque. Todos estábamos cansados, pero queríamos llegar.

Mafer, una niña de piel morena, cabello castaño y excesivamente rizado me tomó con fuerza la mano y dijo con alegría: 

-¡Profe: “juguemos en el bosque”!

Al igual que de Juan Manuel, Juliana y Mariana, sus ojos se desbordaban de ansiedad por sumergirse dentro el bosque de aventuras.

-¡Niños con cuidado!- 

Por más que Anita les hiciera advertencias, ellos no escuchaban, no asimilaban, sólo corrían. Corrían. Y no de cualquier forma. Corrían como si estuviesen en un paraíso terrenal. Saltaban solos. Saltaban unos con otros y se perdían en la frondosidad.

Soy comunicadora social y periodista. Pero con la comunidad educativa del Hogar Infantil San Luis Gonzaga, mi profesión traspasaba el simple hecho de informar. Era una facilitadora en procesos de formación humana. Así que en mi deber estaba proponer lugares cuyo aprendizaje les fuera inmediato, beneficioso y aportarte al crecimiento de los niños. Y más cuando se tratara de un ambiente ecológico, quería contribuir al hecho. 

Fue gracioso ver, cómo todos se metieron en una pequeña casa de madera que había en el lugar. Parecía que contara con la espacialidad precisa para muchas personas aunque fuese chica. Como los carritos de payasos donde del mismo se bajan 20.

Recorrí el lugar jugando en el boscaje. Tirándome en la hierba. Haciendo rondas. Me había convertido en niño como ellos…

Posteriormente, los llevamos dentro una casa cultural que había en el parque. Les explicamos de qué se trataba cada cuadro, cada cartelera de la exposición. Ellos pese a su hiperactividad y ansiedad por seguir jugando prestaron atención. Sabían que no sólo era recreo. Que también debían aprender sobre la historia del parque, sobre su intención y sobre su cuidado.

Al terminar la jornada tomaron un descanso. Sacaron sus loncheras. En ese instante, uno de ellos se me acercó y me dijo que quería que en su casa hubiese un lugar como éste. Que quería cuidar a la naturaleza. Que quería ponerle comida a los pajaritos. Que quería hacerle una casita a las mariposas…

Uno remotamente cree que los niños, porque son niños, no aprenden. Pero es una concepción errónea. “Los niños son como esponjas: absorben todo lo que se les enseñe”[1].

Fue una larga jornada. Hubo risas, saltos, juegos. Me divertí con ellos. Todo fue satisfactorio para mí porque me hacen saber que disfrutaron de una salida que yo propuse. Y lo es aún más al saber que ellos además de divertirse lograron aprender cómo cuidar nuestro planeta.

Referencias: 
[1] Según María Montessori (Educadora, médica, psiquiatra y filósofa Italiana).

No hay comentarios.: